Sí a las neurociencias, no al reduccionismo ®

Son apasionantes los descubrimientos que las neurociencias están haciendo durante estos años. Pero que el frenesí de estas nuevas observaciones no nos haga caer en el reduccionismo de, por ejemplo, afirmar que “las emociones se originan en el sistema límbico” o que “se ubicó el lugar exacto del cerebro donde se origina el amor”; esto sería semejante a concluir que la voz que escuchamos en el teléfono se origina ahí mismo… y que por fuera del aparato no existe ninguna persona emitiendo un mensaje. En tal caso, sería retroceder a tiempos anteriores a Freud, épocas en los que se pretendía reducir todo lo humano a simples leyes físicas y a reacciones químicas.

Diferente a lo anterior, es reconocer que emociones y cerebro son entidades diferenciadas de una misma unidad llamada persona. Desde esta mirada, las emociones (incluido el amor) tienen un correlato físico y el sistema límbico tiene la maravillosa capacidad de traducir la información implicada en las emociones para que podamos percibirlas, entenderlas y comprendernos mejor. En la analogía con el teléfono, sería constatar que la voz escuchada proviene de una persona que está en otro espacio, que las ondas sonoras son captadas por el teléfono como señales electromagnéticas y que nuevamente las trasforma en sonidos inteligibles a través de las antenas.

¡Bienvenidas todas las investigaciones que permiten precisar el lugar físico donde se transcriben las emociones! Si evitamos volver a pensarnos como simples máquinas biológicas… las neurociencias nos proveen valiosa información para comprendernos de una manera cada vez más integral y nos permite ver algo más de la maravillosa complejidad (física-emocional-mental-espiritual) de la que estamos hechos.

Juan A. Currado

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