Sanar la relación padres/hijos ©

No hay padres perfectos, ni tampoco hijos que lo sean. Unos y otros comenten errores, algunos de esos errores pueden herir, aunque no se hayan hecho con la intención de lastimar.
Para no perpetuar el sufrimiento es preciso reparar lo que la ignorancia dañó.

Como hijos, sanar la relación con los padres tiene que ver con comprender que ellos también fueron hijos y que, seguramente, no todo lo que recibieron fue lindo.
Pero, no sólo es sanar la relación con los padres externos, los de carne y hueso. Sino también, es hacerlo con los padres interiorizados, los que forman parte de la propia subjetividad. Lo padres interiorizados pueden ser reconocidos cada vez que uno mismo se trata/lastima tal como fue tratado/lastimado por sus padres y cuando trata/lastima a otros igual a como aprendió a hacerlo de sus padres.

Como padres, sanar la relación con los hijos es ver en la ignorancia de ellos el reflejo de la propia ignorancia. Saber que sus hijos aprendieron imitándolos y que les puede llevar toda la vida separar la paja del trigo, desaprender lo copiado y aprender a hacer desde la propia singularidad. En la película Gladiator, Marcos Aurelio le dice a su hijo Cómo: “Tus defectos como hijo, son mi fracaso como padre”.

No se nace sabiendo cómo ser padres, se aprende siéndolo. Tampoco se nace sabiendo cómo ser hijos, también se aprende siéndolo. Y es siendo, tras aciertos y errores, como unos y otros llegamos a Ser.

Juan A. Currado

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