Reivindicación del síntoma ©
El síntoma abre interrogantes donde sólo había respuestas cerradas, desafía la ilusión de control, irrumpe donde parecía estar todo ordenado. Quizás por eso el afán por extirparlo, o al menos de silenciarlo, para que nada cambie y que todo siga tal como estaba. Tal vez por esto proliferan “psico-técnicas” que, a modo de encantadores de serpientes, prometen reducir rápidamente su peligrosidad.
Pero el síntoma no está de casualidad, tampoco por capricho, ni tiene un fin maléfico. Es quien habla cuando se prefiere callar, su función es hacer llegar un mensaje. Para descifrarlo no alcanza con simplificados significados válidos para todo el mundo, hay que escucharlo. Esto implica querer abrirse al misterio que habita en cada singularidad, aceptar la incertidumbre propia del aparente sinsentido… hasta que el síntoma nos deje ver su propio significado y encontremos el sentido que adquiere en cada vida.
Como mensajero que satisfecho se retira después de haber entregado el mensaje, así se retira el síntoma. Esto no significa que entonces todo vuelve a lo de antes, de ser así nada se hubiese aprendido. Hay cosas que ya no serán iguales, algo habrá cambiado para mejor… seremos un poco más íntegros, un tanto más sabios, algo habremos sanado.
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