El propio faro ©
Al viento le es más fácil mover el agua que está en la superficie del mar que la que se haya en la profundidad. Similar ocurre con nosotros, cuando más anclados estamos en la profunda permanencia de nuestro Ser… menos reaccionamos a los transitorios vaivenes de lo cotidiano.
La regular conexión con lo más recóndito y trascendente de quienes Somos funciona a modo de faro que señala el camino seguro en tiempos de oscuras tormentas.
Durante una oración o meditación accedemos, entre otras cosas, a capas más profundas del Ser. Esa vivencia cada vez más se afianza en la memoria y sirve como referente para que la evoquemos cuando hay turbulencia a nuestro alrededor. Por esto que cuanto más regularmente nos ejercitemos en una práctica contemplativa, no sólo que seremos menos proclives a alterarnos, sino que, además, en momentos de perturbación resultará más fácil evocar aquella vivencia meditativa para en ella hacer pie y poder sobrellevar los circunstanciales vientos de la superficie.
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