Libre albedrío: El arte de elegir el instinto ©
Podemos elegir lo que el resto de los animales no pueden, ellos sólo hacen lo que les dicta su instinto; así se realizan individualmente, al hacerlo contribuyen a su especie y benefician a todo el ecosistema como si se tratara de un único organismo. En cambio, los humanos, perdimos esa conexión instintiva, con una multiplicidad de opciones tejimos la trama de la cultura que nos señala un sinfín de posibles elecciones. Algunas de estas opciones nos invitan a elegir en concordancia con lo elegiríamos desde el instinto, nos acercan a nuestra naturaleza más profunda, nos conectan con los otros, nos re-ligan con el resto del eco-sistema como partes de una única vida. En cambio, hay otras opciones que van en contra posición a la inteligencia instintiva, nos apartan de nuestra esencia, desdibujan el eslabón que conecta el beneficio propio con el de los otros, generan antagonismos con el resto de la naturaleza.
Me gusta pensar que, en cuanto especie, nuestro camino evolutivo consiste en distinguir entre tanto ruido la voz de la naturaleza y elegirla. Para lograrlo vamos tanteando entre una y otra opción. Cuando acertamos con la elección experimentamos armonía interna, sintonía con los otros, unidad con todo; cuando erramos experimentamos tironeo interno, discrepancia con el entorno, separación.
Nuestro humano aprendizaje parece ser el de recuperar nuestro “instinto”. Pero ya no como el resto de los animales: sin opciones, inconscientes de lo que están haciendo. Sino haciendo uso del libre albedrío, con consciencia.
Los vegetales incluyeron en su formación a los minerales dándole nuevas propiedades, después los animales incluyeron a los vegetales aportándoles otras características, ahora está en nosotros dar el próximo paso… integrar conscientemente las capas evolutivas que nos preceden y trascenderlas, tiene que ver con aportar consciencia a la naturaleza.
De ése modo, quizás descubramos que lo mejor que podemos hacer para nosotros, para los otros y para el resto de la naturaleza, es elegir a consciencia lo mismo que elegiríamos por instinto.
Sería como volver al Edén. Pero ya no para vivir en él inconscientemente, sin enterarnos siquiera donde estamos, ignorantes de las otras opciones. Tampoco regresar por temor, ya que no hay castigos. Sino por haber descubierto que es donde mejor nos sentimos, por habernos dado cuenta que la voluntad del “Padre” es la misma que la de nuestro Ser individual, sabiendo que al elegir desde ese lugar más nos realizamos, mejor contribuimos con los otros, más beneficiamos al resto del eco-sistema… entonces experimentaremos que conformamos un mismo súper-organismo, un único cuerpo.
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